Hay en el mundo alimentos suficientes para todos; no
obstante, 925 millones de personas padecen hambre. Los factores esenciales del
problema son la pobreza y el desamparo, que impiden el acceso de muchos a los
alimentos nutritivos. Esta situación queda agravada por la constante
degradación de los suelos, del agua dulce, de los océanos y de la
biodiversidad, es decir, los sustratos de los ecosistemas que proporcionan
fuentes de alimentos.
¿Se
puede pedir la dimisión de los técnicos y directivos de la FAO? No lo digo por
las innumerables muestras de ineficiencia, lo digo porque las contradicciones
son propias de los marcos teóricos pero no de las acciones. Recordaba ayer –al
conocer la recomendación de que nos alimentemos con bichos- el cacareado
Informe de Río en el que se nos explica con detalle que el problema no es la
falta de recursos sino el deterioro medioambiental, la ambición sin límites, la
propiedad y explotación de los recursos y la acumulación en manos de unas pocas
multinacionales de la producción de alimentos.
De
un lado, y sin ánimo de hacerme el nutricionista, yo creía que la base de la
cadena alimenticia estaba en los hidratos de carbono (trigo, arroz, maíz,
patata…) y no en las proteínas que es lo que podrían aportar los bichos e
insectos varios. Y, de otro, es increíble que se reconozca que “hay en el mundo
alimentos suficientes para todos” y la solución pase por cambiar la cultura y
los hábitos de consumo de, al menos, los más desheredados, excluidos,
desatendidos o, por resumir, de lo que vienen siendo esos millones de pobres
que viven entre las sociedades más ricas.
Si
esto cuaja veremos pronto en televisión a famosillos y famosetes dándole al
saltamontes rebosado, al grillo a la plancha, a la hormiga frita, al gusano de
seda hervido… será el momento perfecto de preguntar si de segundo tienen jamón
de pata negra, caviar, solomillo de ternera o pato a la naranja (que también
son bichos) y de que nos interesemos por saber qué opinan MONSANTO, por
ejemplo, y las diez multinacionales que controlan el 90% de los productos alimenticios.
Lo
voy a repetir: Diez empresas controlan (deciden precio, consumo, producción y
tiempos) el 90% de los alimentos del mundo y, además, ganan en conjunto más de
1100 millones de dólares al día.
¿La
solución está en comer bichos o en cambiar el sistema? Con los datos del 2012
ya sabemos que con los ingresos de las cien personas más ricas, 240 mil
millones de dólares, (ojo, no con sus fortunas, sino con los ingresos del año)
se podría acabar cuatro veces con la pobreza extrema de todo el planeta.
Recuerdo
una vieja canción anarquista y con ella os voy a dejar: ¿cuándo querrá el dios
del cielo que la tortilla se vuelva? Que los pobres coman pan, y los ricos
coman mierda.
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