domingo, 17 de agosto de 2014

Distopías


Desde Tomás Moro a nuestros días el concepto y la idea de “utopía” se ha ido incorporando al inconsciente colectivo de la izquierda como una sociedad distinta, mejor, más dulce… y, eso sí, que aún está por construir. Digamos que es una mezcla entre un sueño irrealizable, una meta lejana y en algunos casos difusa, y, un anhelo por el que luchar. En la isla descrita por el pensador inglés –que fue el inventor del término pero no de la idea- podemos observar una sociedad equilibrada en la que destaca la convivencia pacífica, el bienestar físico y la moral completa de sus habitantes; en el plano material, Moro explica el disfrute en común de los bienes comunes.

No sé si seguirá igual de gruñón con esto, pero cuando a Julio Anguita le “acusaban” de utópico se ponía de una mala leche digna de las mejores tragedias griegas. No hay que sorprenderse: cada vez que alguien ha soñado (o diseñado) una sociedad “mejor” se ha enfrentado al calificativo de utópico como si fuera un insulto, como si quien la expresa fuera un Quijote, un loco, un soñador… Julio tenía motivos para enfadarse porque una parte fundamental de las utopías no son sino ensoñaciones y anhelos y, lejos de eso, el proyecto del comunista cordobés (precisamente por comunista) era la respuesta estructurada, sensata, pensada y planificada que se enfrenta al actual modo de vivir, producir y consumir. Es decir, el proyecto comunista no es una utopía, es una respuesta al capitalismo.

También es verdad que no hay que hacer saña con aquellos que, desde el alma –sea lo que sea el alma-, entienden que las utopías son esperanzas nuevas, sociedades distintas que hay que buscar y construir día a día. Hay un “marxismo del corazón”, de instinto si se prefiere, que resume como nadie Eduardo Galeano cuando afirma que: La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

En cualquier caso, es raro y hasta yo diría contra natura, que la izquierda no sueñe. Yo no entiendo a aquellos que robotizan, automatizan o mecanizan el pensamiento sin tener en cuenta la otra parte del conjunto de elementos que nos configuran como humanos. Es innegable que debemos analizar con método, que éste debe ser completo y exacto, que debe contemplar la ciencia y sus mecanismos para explicar el todo; pero también es cierto que el amor existe, como existen las sonrisas, los abrazos o el cariño, las simpatías y las antipatías, los gustos, las aficiones, las fes, las creencias… esas miles de partes de ese todo racional, exacto.

Por lo tanto, soñar es un derecho e incluso una obligación si se trata de pensar en un futuro. Dicho esto ¿quién no tiene una utopía? Con los pies en el suelo, dudando de todo y pensando por sí mismo, cualquier sueño no es más que un diseño (soñar y diseñar se parecen demasiado) y deberíamos enfrentarnos a ambos con la misma fuerza e ilusión. Cada vez que percibimos una injusticia e intentamos luchar por superarla, cada vez que nos enfrentamos a un poder e intentamos sacudirnos sus consecuencias, cada vez que nos reunimos con otros para incrementar conocimientos o para planificar una acción que nos acerque a ese “mundo mejor” estamos siendo utópicos (o marxistas, por si alguno se enfada); pero también cuando sonreímos; también, cuando amamos.

¿Alguien se ha preguntado alguna vez si existe la antiutopía? Pues sí. Se llaman distopías (no lo busquéis en la RAE) y viene a significar algo así como “lugar malo”. Es decir, si las utopías son esas sociedades anheladas -se construyan material o inmaterialmente- el lugar contrario sería una sociedad en la que no nos gustaría vivir ni de coña marinera. Tal y como dije al principio, las izquierdas sueñan y algunas diseñan sociedades “mejores”; recuérdese que en la isla de Moro destacaba la convivencia pacífica, el bienestar físico y la moral completa de sus habitantes, así como, el disfrute en común de los bienes materiales y, evidentemente, eso suena a socialismo. ¿Lo contrario? Una sociedad en guerra, tanto con otros como la del día a día que “los de arriba” imponen a “los de abajo”; dolencias y males para todos aquellos desprotegidos o sin recursos económicos; corrupción, corruptelas, injusticias y abusos; y, en lo material, desprecio por lo colectivo y propiedad e intereses privados (particulares) muy por encima del bien común.

Yo no sé muy bien cómo es mi utopía. Quizá un varón y una mujer nuevo/a que se preocupe más por lo que quiere para el conjunto que por lo que tiene o de lo que carece para sí. Quizá respetuosa con el medio ambiente, con las culturas distintas, con lo femenino. Quizá una sociedad sin lucha de clases (¡qué antiguo soy!). Lo que sí tengo cada vez más claro es que hay que destruir la distopía actual: mi pueblo, mi región, mi Estado… nuestro mundo.

Os dejo con una canción de Serrat (poema en realidad) que creo expresa mucho mejor que yo todo esto:

Se echó al monte la utopía
perseguida por lebreles que se criaron
en sus rodillas
y que al no poder seguir su paso, la traicionaron;
y hoy, funcionarios
del negociado de sueños dentro de un orden
son partidarios
de capar al cochino para que engorde. 

¡Ay! Utopía,
cabalgadura
que nos vuelve gigantes en miniatura.
¡Ay! ¡Ay, Utopía,
dulce como el pan nuestro
de cada día! 

Quieren prender a la aurora
porque llena la cabeza de pajaritos;
embaucadora
que encandila a los ilusos y a los benditos;
por hechicera
que hace que el ciego vea y el mudo hable;
por subversiva
de lo que está mandado, mande quien mande. 

¡Ay! Utopía,
incorregible
que no tiene bastante con lo posible.
¡Ay! ¡Ay, Utopía
que levanta huracanes
de rebeldía! 

Quieren ponerle cadenas
Pero, ¿quién es quien le pone puertas al monte?
No pases pena,
que antes que lleguen los perros, será un buen hombre
el que la encuentre
y la cuide hasta que lleguen mejores días.
Sin utopía
la vida sería un ensayo para la muerte. 

¡Ay! Utopía,
cómo te quiero
porque les alborotas el gallinero.
¡Ay! ¡Ay, Utopía,
que alumbras los candiles
del nuevo día!

domingo, 10 de agosto de 2014

España... baja...


Había visto un dibujo de esos de Facebook (meme creo que se llaman) que nos decía que España bajaba un puesto en no sé qué de desarrollo humano. En un rato de aburrimiento recordé la viñeta y me puse a buscar por internet para leer la noticia, así es que me hice un san google metiendo entre comillas el título de éste artículo “España baja”.

Me encontré con que España ha perdido un puesto en el ranking mundial de innovación (Global Innovation Index 2014) que tiene en consideración indicadores como la función del capital humano y la calidad en esta área, el papel de empresas y gobiernos para dinamizar equipos creativos o las infraestructuras innovadoras.[i] Muy interesante pero no era lo que buscaba. El siguiente titular atrayente es que “El I+D en España baja hasta niveles similares a los de 2008.[ii] También digno de consideración pero seguía sin ser lo que buscaba.

Entre bajadas de precios varios y el descenso del número de fumadores del sector sanitario, me encuentro con que España ha descendido cuatro puestos en el ránking de mejores países para ser madre y ocupa el décimo sexto lugar de la lista, que está liderada por Noruega e Islandia y la cierra Níger, según el décimo tercer Informe anual sobre el Estado Mundial de las Madres elaborado por Save The Cildren.[iii]. No, tampoco era esto.

Esta podía estar vinculada o cercana a lo que intentaba averiguar: “Los españoles somos menos, estamos más envejecidos y, por si fuera poco, ha bajado la esperanza de vida, «aunque levemente», por primera vez en este siglo y a la vez en mujeres y hombres.[iv] y como era de La Razón de Maruenda (el periódico digo, de la otra no tiene) pues me la leí, pero tampoco era exactamente lo que buscaba del meme. Nada, descubrí que España baja a la tercera posición en producción de piensos en la UE”[v] y que “El número de nóminas en España baja de los 14 millones por primera vez en 11 años”, que se hunde el número de españoles con nómina, vaya, y que sería necesario remontarse al año 2003 para encontrar menos de 14 millones de trabajadores con nómina. Se explica –asegura el diario- por el aumento del paro y el aumento de los autónomos, pero son datos preocupantes, porque hace 11 años había 4 millones menos de personas queriendo trabajar.[vi]

¡La encontré! ¡Por fin la encontré!: España no consigue levantar cabeza en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, un ranking mundial de 187 países que, entre otros aspectos, mide la esperanza de vida, el grado de escolarización, el acceso a la sanidad o el PIB. Continúa en el puesto 27, al igual que el año anterior, solo que desde 1995, cuando alcanzó su mejor clasificación con la novena posición, la caída ha sido continua. O, lo que es lo mismo, en 19 años España ha perdido 18 plazas en el índice que mide el grado de bienestar y desarrollo de cada estado.[vii]

Haced la foto: un país en el que no se investiga ni innova; en el que cada vez cuesta más (y apetece menos) ser madre; en el que envejecemos y además vivimos peor; donde ya no somos capaces ni de mantener la producción de piensos para nuestros cochinos (pero seguimos engordando listas vergonzosas de corruptos, corruptelas, amiguismo, parásitos y “ensotanados”); y, donde tener una nómina es un privilegio (aunque incluso con ella haya familias pasando calamidades y sin poder tejer un futuro); ése país, éste país ¿Cómo va a levantar cabeza en el Índice de Desarrollo Humano?

Os cuento lo mejor, si hacéis lo mismo que yo y buscáis “España baja” los titulares más numerosos son los que explican con detalle y profusamente que hemos bajado hasta el puesto ocho del ranking FIFA y que Alemania ha pasado a la primera posición después del Campeonato de Fútbol de Brasil… como lo ha hecho en la producción de piensos (añado).




domingo, 3 de agosto de 2014

¿Caminos?


Imaginad que nos llevaran con los ojos vendados a un cruce de caminos y nos liberaran allí con una única pregunta: ¿hacia dónde quieres ir? Los que tenemos responsabilidades familiares y además amamos nuestra vida, estamos a gusto con ella o nos da miedo el reto, posiblemente buscaríamos en el horizonte alguna señal que nos devolviera a casa. Los que tengan un cierto espíritu aventurero, pocos compromisos o mucha curiosidad, quizá optasen por caminar hacia lo desconocido; posiblemente buscarían un nuevo paisaje, nuevas vistas, o destinos omitidos en otras ocasiones. Algunos no se plantearían ninguna cuestión trascendental y comenzarían a andar deseosos de volver a la “civilización” y otros, sin embrago, elegirán adrede el camino que –les parece- más le aleja de lo ya vivido.

Imaginad que en vez de personas situamos en el mismo cruce a algunos animales. La borrega huirá de su captor y en cuanto tenga hambre y se haya calmado buscará un prado, se apartará de la senda; tan sólo buscará a los hombres cuando le duelan las ubres porque no la han ordeñado… y balará de dolor, deseosa de que la expriman. El lucio morirá en el suelo, retorciéndose, dando vigorosos coletazos y quizá oliendo un río cercano pero inalcanzable; lo han soltado en el lugar equivocado y morirá sin poder avanzar, sin poder respirar, sin poder entender. El perro, sin embargo, lo tendría muy claro; si le han hecho daño al secuestrarlo intentará morder o escapar a toda velocidad, sin término medio, cuando se vea seguro pensará hacia dónde ir, entrará y saldrá de los caminos según le convenga o no y volverá con su amo; siempre vuelven con su amo. La lechuza volará primero huyendo del sol hacia la espesura de algún bosque y sólo después, cuando caiga la noche, verá si hay comida, recursos suficientes y pocas amenazas… ella no necesita de caminos, necesita de ratones.

Imaginad que hemos llevado allí a “las izquierdas”. Lo primero que intentarán será una gran asamblea para decidir hacia dónde ir pero pronto descubrirán que hay tantas posturas como direcciones, tantas opiniones como sendas. Mientras la mayoría se distraía algunos han sacado sus teléfonos móviles y han situado en el GPS dónde se encuentran, de paso han llamado a la amante para tranquilizarla y al banco para que sepan que siguen bien. Ya se sabe, todos necesitamos guías. Otros, más honestos y con algún remordimiento, han prestado esos mismos teléfonos a quienes querían comunicarse con los amigos, con la familia o con el cura de su pueblo (que de todo hay en la viña del Señor). Los menos han descartado hacer esa llamada y ya han emprendido la marcha por un camino de baldosas amarillas. Otros, fieles al juego y al secuestro (actores de un papel impuesto y forzado) también han comenzado la marcha según su criterio: tierra suelta unos, asfalto otros, empedrado los menos (tipos muy listos que saben de historia y querían aprovechar la ocasión para demostrar empíricamente que todos los caminos conducen a Roma)… los grupos siguen a las banderas o pancartas que encabezan las comitivas y algunos incluso se escuchan cantos marciales o consignas en rima consonante.

Imaginad por un segundo que cada camino tuviera uno o varios peligros; que detrás de algunos rincones –se tome la dirección que se tome- nos encontraremos cara a cara con nuestros recuerdos, nuestra ética y nuestro ser, con nuestra razón y nuestro pasado; imaginad que tengamos también algún descanso y alegría.

Dejad de imaginar y pensad. Los caminos son caminos porque tú los andas y porque unen dos destinos. Es verdad que algunas veces la senda no es sino un recorrido para admirar una vista que nos devuelve al punto de partida pero, en general, cuando hayamos observado lo suficiente podremos elegir otra opción o, si nos compensa, seguir dando vueltas. También es verdad que hay caminos que atraviesan abismos con puentes colgantes que nos suelen dar vértigo e, irracionalmente, no entendemos que si alguien ha tendido el puente es porque es posible cruzar. También es cierto que hay callejones cortados pero basta con dar la vuelta atrás y volver a comenzar. También hay algunos que son laberintos infinitos.

Os voy a contar qué habría hecho yo si me soltaran en el cruce. Lo primero sería saber hacia dónde quiero ir o si quiero quedarme allí (igual me han soltado en el paraíso y si comienzo a andar no puedo siquiera apreciarlo). Lo segundo es que me miraría en los bolsillos para ver qué llevo encima y qué me puede ser útil en ese momento. Si decido quedarme (nada ni nadie me obliga a moverme) intentaría construir un cobijo, plantaría algo y me comería el Lucio que hace un rato dejó de boquear, mantendría a mi lado a la borrega e intentaría convencer al perro de que se quedara conmigo… a la lechuza la liberaría porque ni tengo ratones ni puede aportarme utilidad aunque quizá los ratones vengan a comerse mi grano y entonces la echaré de menos. Si decido marchar hablaría con los demás y escucharía, escucharía mucho y a todos y todas, escucharía de todo, escucharía sin más. Aunque fuera por mis hijos y por esa extraña vocación colectiva y social que tenemos los humanos, seguro que me movería en alguna dirección, por lo tanto, lo primero que haría es ver qué medios tenemos para trasladarnos, y digo tenemos, porque las opiniones pueden ser muchas pero los caminos son pocos y seguro que coincidiría con otros como yo (o parecidos). Si podemos construir algo es mejor un carromato en el que quepamos cien que un Ferrari en el que puedan irse dos, y si no tenemos herramientas, materiales, ni animales de tiro, lo mejor es caminar todos juntos.

¿Y si me hubieran soltado entre “las izquierdas”? Lo mejor es preguntarse quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Poco más. Saber con quién queremos hacer el camino y dejarnos llevar por el instinto, la actitud de los demás, descartar a los adalides y salvadores de patrias, aprender y caminar… aprender a caminar. No nos enfademos con quien quiera quedarse, no nos preocupemos ni envidiemos a quienes han tomado otra dirección. Siempre nos quedará a todos el cruce para volver e intentarlo de nuevo. Eso sí, por favor, recordad que “al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”.
Entre una consigna y un canto de sirena me quedo con la proclama, entre un bello paisaje y el reencuentro con un amigo me quedo con el amigo. Entre lo que quiero ser y lo que ya he sido me quedo con lo que soy. Caminemos, imaginemos y pensemos.

sábado, 26 de julio de 2014

Fracasemos


Me aburre el politiqueo y me apasiona la política. Me cansan las grandes cuestiones teóricas y sin embargo uso muchísimas veces retazos de ideas y prácticas viejas. Imagino que desde que Aristóteles se planteó el hombre como animal político a nuestros días, han sido muchos y muchas los que se han planteado las mismas cuestiones fundamentales que yo y, seguro, les habrán dado mejores respuestas que las mías. Yo hago política partiendo de un principio poco ortodoxo: creo que nunca tengo razón. Ya sé que suena raro pero prefiero partir de la negación antes que saberme en posesión de una verdad única e inamovible. Desde esa realidad voy construyendo verdades que me contradigan, me refuten y me edifiquen. Puede que sea un “antidialéctico” o puede que esté loco pero estoy convencido de que superar las argumentaciones y una práctica militante coherente son herramientas fundamentales para desarrollar y realizar ideas.

Tampoco soy mejor que quien está a mi lado, pero sí mejor que el que está enfrente. Cuando alguien decide que quiere cambiar el mundo es porque primero ha descubierto que el actual no le gusta, después se ha preguntado cómo podría transformarlo y, por último, ha buscado los instrumentos adecuados para hacerlo. En este David contra Goliat permanente en el que nos movemos los convencidos de la izquierda, esas herramientas son la clave para que hablemos de modelos, de estrategias y de elaboración en una sociedad en permanente cambio.

Por certeros que sean nuestros análisis, la sociedad cambia constantemente y como ésta demanda nuevas respuestas (y nuevos productos, y nuevos servicios, y “vivir mejor”…) nuestras preguntas y nuestros análisis tienen que cambiar también. Leí una vez una frase que difundió Benedetti pero que él reconoció era una pintada anónima en una pared de Quito y que seguro conocéis: Cuando teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas. Esto me vale para entrar en el fondo del objetivo de éste artículo: cuando teníamos la organización nos cambiaron las reglas.

IU y Podemos, Podemos e IU, no son mejores o peores la una que la otra o el otro que el uno, pero sí son mejores que quienes están enfrente. El fracaso de cualquiera de las dos es el fracaso de ambas (y ojalá esto lo entiendan pronto los dos). En IU es necesario un cambio que acabe con las ambiciones individuales y una formación (de formarse) permanente que haga de cada hombre y mujer una herramienta. En Podemos hacen falta estructuras estables (que será la primera contradicción que tendrá que superar) y una interconexión territorial y programática de la que hoy carecen. En IU su fijación como estructura entre lo viejo y lo nuevo le impide el crecimiento; en podemos esa falta les permite una expansión ilimitadas a través de las redes sociales. En IU tenemos obligaciones (cuotas, estatutos… pero también, montar una caseta y poner pinchos morunos, pegar carteles o trabajar en las instituciones) y en Podemos tienen voluntades. No estoy defendiendo un modelo frente al otro, muy al contrario, creo que deberían casarse cuanto antes, pero entre el modo de hacer política (fácil) de Podemos y el modo de hacer política de IU (muchos sacrificios) no hay dudas de cuál saldrá vencedor. El problema es que –ya lo he dicho antes- si hay un perdedor ninguna de las organizaciones terminará de ser suficiente. La una se irá muriendo, la otra morirá de éxito.

Me da pánico el respaldo de los medios de comunicación a Podemos y el poco caso que se le hizo a IU cuando puso en práctica esas mismas acciones que están aupando a Podemos. Por ejemplo, IU fue la primera organización que limitó el sueldo de sus cargos públicos a tres veces el SMI: ¿Quién se enteró? Ningún medio de comunicación se hizo eco de esta noticia y hoy parece un invento de la nueva formación. Ese respaldo, del que el PP es el mayor beneficiado, está debilitando los ánimos y las fuerzas de IU y la está llevando a la precipitación y a rediseñar su estrategia. Es cierto que, quizá, IU necesitara ese rediseño antes de que surgiera Podemos pero una vez que ocurre las prisas no son buenas consejeras. También es cierto que IU no puede esperar a que le cambien las preguntas.

El caso es que pronto, muy pronto, sabremos qué opina Podemos de cuestiones fundamentales o quizá opten por un serie de consignas y lemas difíciles de contradecir y de fácil seguimiento. Si hacen lo primero (programas de gobiernos locales, regionales y estatal) descubriremos que ni son una varita mágica ni hay, seguro, grandes contradicciones con las propuestas de IU (que tampoco es una varita mágica). Si hacen lo segundo seguirán recibiendo apoyos ingentes pero los pies de barro y las estructuras de papel se acaban en cuanto el lobo feroz pegue tres soplidos. “Las ideas no viven sin organización” es el resumen de una estrategia gramsciana sobre la hegemonía y esta es la clave para ver si es posible un matrimonio bien avenido entre IU y Podemos o se tratará de un vulgar matrimonio de conveniencia.

Algunas cuestiones se me quedan en el tintero (recordad que parto de que no tengo razón) pero para poder cortar la tarta en el banquete habría que preguntarse: ¿alguien recuerda el movimiento de los ciudadanos de Chevènement en Francia? ¿Alguien se ha preguntado por qué Syriza en Grecia es un partido parecido a IU?

Las ideas no viven sin organización… organicémonos antes de que fracasemos sin ni siquiera haberlo intentado.

miércoles, 23 de julio de 2014

El alcalde más votado (y otros debates)


Si viviéramos en una sociedad más politizada; si los ciudadanos fueran plenamente libres, conscientes e iguales; si conviviéramos armónicamente con nuestros opositores, incluso con nuestros enemigos; si los humanos no tuvieran marcado en los genes la ambición, la acumulación material y la envidia; si fuésemos ciertamente solidarios, altruistas, bondadosos y cooperativos; y, por último, si la participación en la toma de decisiones a corto y largo plazo fuera obligatoria y constante, yo no tendría ningún problema en que los ciudadanos eligieran directamente a su Alcalde (tampoco tengo muy claro que en una sociedad así hicieran falta Alcaldes, pero este es otro debate).


Por el contrario, nuestra sociedad es una mescolanza de intereses, codicias y apetitos que ha articulado mecanismos e instituciones que mantienen (y para que mantenga) alejados a los ciudadanos del poder en todos los sentidos. El modo en que esa sociedad, nuestra sociedad, elige a sus alcaldes es conocido: los partidos (y en contadas ocasiones los vecinos o las agrupaciones vecinales) se presentan a las elecciones con una lista ordenada. Los elegidos/las elegidas son los Concejales del ayuntamiento y éstos votan al Alcalde. Los ciudadanos se ven obligados a delegar su poder a una única lista, una única papeleta, y los partidos adquieren así mucho más poder del aparente porque, de un lado, en sus siglas los vecinos delegan capacidad de gestión, de proponer normas, de decisión; de otro, quienes dirigen los partidos saben que son el único vehículo, la única forma actual, de conseguir poder con lo que en la inmensa mayoría de los casos convierten a los partidos en un fin en sí mismo y no en la herramienta que deberían de ser.
La política es demoniaca, no venga a hacer política, es aburrida y se come tu preciado tiempo libre… son todos iguales… y así, los ciudadanos, hartos de corrupción, corruptelas, enchufismo, prebendas, etc. abandonan los partidos (y los sindicatos, pero este es otro debate) y después ni siquiera los vota. Más tarde le dan asco. Por último o se aborregan y se conforman o se rebelan contra el modo, las normas en fondo y la forma. Ahora mismo nos movemos entre esas dos tendencias –ambas con mucha fuerza- que, lejos de encontrarse, se radicalizan: pasotismo, abstención, asco versus democracia, participación, decisión.
Para entender en su totalidad nuestra sociedad, políticamente hablando, tenemos que tener en la cabeza (y en el corazón, pero este es otro debate) a la clásica estructura de clases, al capitalismo con todas sus formas, a los mecanismos e instituciones que hemos creado para articular las decisiones, a los sistemas de representación y de delegación de poder, pero, también, a elementos mucho más transversales y complejos como son la igualdad y la mujer, el medioambiente o las particularidades de los jóvenes; por último, tenemos que añadir al análisis una serie de conceptos e ideas del tipo de la fuerza y la correlación de fuerzas, el conjunto jurídico, el grado de satisfacción y bienestar, la educación y la cultura… en resumen, si fuésemos parte activa de esa sociedad –un elemento dinámico, en evolución y revolución permanente- nos bastaría con nuestra propia experiencia y conocimiento para interpretar, más o menos debidamente, nuestro entorno y poder decidir sobre él. Si somos actores de esa sociedad podemos y debemos saber nuestro papel y del resto, movernos sin estorbar a los demás actores y conocer el desenlace de la obra. No hay que olvidar por último, que además de actores tenemos que ser público para valorar nuestra propia actuación y la del conjunto. Quizá ese desdoble sea el más complejo y más necesario de todos.
Frente al supuesto óptimo expuesto nos encontramos con una sociedad dirigida por unos pocos (por democrática que nos parezca, pero este es otro debate) que contralan los mecanismos de perpetuación de su poder. La educación y la cultura –esa cosa difícil de definir pero que condiciona nuestras elecciones y decisiones- son las herramientas fundamentales y, seguidas muy de cerca, deberíamos de considerar las tradiciones, la religión, los medios de comunicación, los aparatos de represión legal, el poder coercitivo del Estado. Por último y para rizar el rizo, metamos en el análisis conceptos como el de consumo, alienación, dominación o propiedad y ya tendremos una buena parte de los elementos necesarios para entender, actuar y diseñar nuestra sociedad.
La elección directa del Alcalde no es sino un modo de facilitar que aquellos que tienen poder (a través de los partidos como fines en sí mismo) dispongan con comodidad de los elementos para mantenerse o alternarse en el poder. Ahora mismo, nuestro sistema de elección es mejorable (proporcionalidad, listas abiertas, primarias, coaliciones de fuerzas e ideas… pero éste es otro debate) y no obstante es mucho mejor que elegir entre tres, cuatro o siete “caras guapas” que se habrán peinado y maquillado pendientes de seducir y no de hacer.
Rajoy, una última cuestión. Si el sistema que propone es tan bueno y tan justo ¿Por qué no elegimos directamente al Jefe de Estado o al Presidente? ¿Se sometería usted a la elección directa y que gobernara este “país” el Presidente más votado? (Quizá este también sea otro debate). Por si alguien ha leído esto hasta el final: que no te engañen, lo más democrático y lo mejor para la democracia es que TÚ participes, TÚ decidas, TÚ actúes… pienses, elabores, ejecutes, colabores, dudes, sientas… te ilusiones. Lo mejor para ellos es que les votes directa o indirectamente.

viernes, 11 de julio de 2014

El otro discurso

Si intentara aquí un verso acataléctico en el que explicara la adynaton de la situación local de mi pueblo y para que no me pudieran llevar a juicio usara una antonomasia, parecería una mojiganga en la que yo quedaría como un pedante estúpido y tú, lector/a, como un estúpido sin más.

No te asustes, ni yo soy tan culto ni tú tan lerdo. Ni yo quiero hacerme el listo ni quiero que creas que eres un bobo. He tenido que recurrir a un diccionario para colocar aquí esas cuatro palabras que nos van a servir de ejemplo de la terrible distancia que hay entre quien quiere comunicar algo –para transmitir un mensaje, una idea o un concepto- y aquellos que se empecinan en hablar incumpliendo la ley fundamental de la comunicación (mensaje) y los tres filtros socráticos. Parece ser que un discípulo fue a contarle a Sócrates que alguien hablaba mal de él. El maestro le preguntó si había aplicado los tres filtros (o barreras) y el alumno reconoció que no sabía qué era aquello: “Entiendo” -le dijo Sócrates- entonces permíteme aplicártelo a ti”. “Lo que vas a contar de nuestro amigo ¿es verdadero?”. “No lo sé” -le contestó-. “Ya veo”, dijo el filósofo, y volvió a preguntarle: “Lo que vas a contar de nuestro amigo ¿es bueno?”. “Definitivamente no”, le contestó. Por último le preguntó Sócrates: “Lo que me vas a contar de nuestro amigo ¿me es útil?”. “No… no creo que te sea útil”. “Entonces, -le expuso Sócrates a su discípulo-: “si lo que me vas contar de nuestro amigo no es verdadero, ni es bueno y tampoco me es útil ¿para qué me lo vas a contar?”.

Mil veces hemos dicho ya que la política está en crisis. En mi opinión lo está el modo y la forma (casi nunca el fondo) de hacer política. Lo que antes llamábamos elite u oligarquía y ahora llamamos casta, se ha ido autoproclamando un grupo selecto, que se cree capaz, erudito y académico; que ha adoptado unos gestos aprendidos, una pantomima mediática y, sobre todo, un lenguaje enrevesado, aparentemente culto, rico y cargado de tecnicismos. Esa forma de mensaje procuraba alejar, desalentar e incluso prohibir que la inmensa mayoría de la gente se acercara a la política, hiciera política. Conceptos como la “cosificación de la mujer” (convertir a la mujer en un objeto, en una cosa); decir que alguien ha planteado “un axioma” (que algo es evidente sin necesidad de demostración); acusar a alguien de “demagogo” (casi siempre usado como falacia y no en el sentido original de corrupción del buen gobierno); o miles y miles de palabras técnicas o académicas, no hacen sino buscar mantener esa brecha entre quienes supuestamente nos representan y quienes deberían de ser los verdaderos actores: la gente, los ciudadanos y ciudadanas.

No quiero decir con esto que el discurso (vehículo de ideas) se convierta en arenga o soflama, que se cargue de vulgaridad o se haga soez, pero sí quiero defender aquí la importancia de las ideas por encima de cómo se expongan y, sobre todo, que sean verdaderas, buenas y útiles. Quizá un discurso más cercano facilitará un acercamiento y nos convertirá a todos en actores, a no ser, claro está, que se pretenda despreciar a quienes no sean capaces (o no les apetezca) de jugar con estas manidas reglas. Repito: Más verdad, más bondad y más utilidad. 

martes, 8 de julio de 2014

Crema bronceadora contra Podemos e IU

Quedan algunos partidos del mundial de fútbol y, además, están las lesiones de insignes figuras, los fichajes del próximo año, la final y las celebraciones de turno. Ese será el plazo para que, por ejemplo, Gibraltar vuelva a ser un problemón, o, se den como noticias los cuernos, posados, amoríos, divorcios y demás cosas interesantes de la gente guapa.

El verano es el momento propicio para los decretazos, las leyes sin consenso, los ataques a la libertad y la democracia, los indultos y los insultos a la inteligencia y al sentido común: la crema bronceadora es en realidad un dulce anestésico de conciencias. Poco saben los maquiavélicos poderosos de la realidad que intentan manipular, porque ha cambiado de tiempos, de hábitos, de forma y de estructura. Hoy, cuando ni salimos de la crisis ni terminamos de entrar en ella (intentaré explicar esto en un futuro artículo) la sociedad española se desdibuja, se transforma, se organiza y aspira, se confronta y, sobre todo y fundamentalmente, piensa. No podemos lanzar las campanas al vuelo pero una nueva perspectiva de sí misma y de su posibilidad de jugar un papel propio en la toma de decisiones, de ser parte y partícipe, se abre paso poco a poco en el consciente individual y colectivo; insisto, no es la totalidad –se habría acabado este artículo y el problema- pero sí parece que renace una cierta esperanza.

He aprendido algo de la mano de Carlos Taibo y de Serge Latouche sobre el “decrecimiento”, pero he descubierto que ninguno se anima a hacernos decrecer en lo peor del género humano: el decrecimiento no tiene que ser sólo económico, tenemos que generar una sociedad global en la que se decrezca en ambición, en codicia, en posesión de bienes materiales… y, al mismo tiempo, se crezca en solidaridad, en cultura, en intercambio, en autogestión y cooperación, en igualdad y en conocimiento de uno mismo para sumarse a proyectos colectivos.

En ese verano que es hoy, tenemos dos opciones nítidas que, creo, deberían de anexarse (asociarse o fundirse) cuanto antes para organizar esa nueva conciencia y realidad. Izquierda Unida y Podemos, Podemos e Izquierda Unida (junto a otras fuerzas políticas, sindicales, movimientos sociales, mareas, etc.) tienen la obligación de entenderse para plantear un modelo que contrarreste, se anteponga y después venza al único culpable real de la situación económica, antidemocrática, social y cultural que padecemos: el capitalismo.

Ninguno de los dos modelos es perfecto. IU es ya un partido clásico que no termina –lamentablemente- de ser creíble (y al que se le pueden hacer críticas organizativas y políticas) y Podemos ha optado por un modelo con pies de barro que ralentiza las decisiones y que aún no se ha tenido que enfrentar a sus propios fantasmas y contradicciones. Ambos tienen mucho que aprender el uno del otro y el otro del uno. Ambos tienen que recapacitar sobre sus posibilidades reales. Ambos pueden aprovechar cosas del otro. Ambos tienen que contagiarse. Ambos tienen que evitar que, al menos, la crema bronceadora se nos meta en los ojos. Una advertencia más y termino: aquel que desilusione o provoque el desencanto de esa “nueva sociedad” que quiere decidir pagará un alto precio, así es que ojito con las aspiraciones individuales, con los miedos, con los odios, con lo clásico y lo nuevo.

En política uno más uno no siempre da dos. Aprovechemos ese despertar para desperezarnos, retratarnos juntos y sonreírle al futuro. La otra opción es esperar a ver qué pasa en Gibraltar o los cuernos de fulanita, las lesiones de menganito… Podemos (y debemos) crear una izquierda (unida).

miércoles, 2 de julio de 2014

Alcaldes guapos, ciudadanos idiotas

Decía el gran Pericles (el dibujante, no el griego) que “la mejor prueba de que en Estados Unidos cualquiera puede llegar a ser Presidente la teníamos en su presidente”. Eran los tiempos en los que un actor mediocre, pero actor, llegaba a la Casa Blanca para dirigir la “nación más poderosa del planeta”.
Cuando ya no quedan dudas del papel de los medios de comunicación ni de su capacidad para crear conciencia –destruirla en realidad-, para encausar nuestro consumo, para alinearnos culturalmente o, simplemente, para generar opinión o realimentar las modas, nos despertamos con la noticia de que el PP está pensando reformar la Ley Electoral (y algo más) para que los ciudadanos elijamos directamente a nuestro alcalde y, de paso, que no se puedan agrupar partidos para sumar concejales y que la cabeza del consistorio acabe en manos de un partido menos votado que otro.
En principio lo que parece una bondad democrática no es sino una torticera formal de consolidar al guapo de turno frente a las voluntades mayoritarias. Dicho de otro modo: la elección directa del Alcalde (al modo de unas presidenciales) otorgará al elegido o elegida la capacidad de designar a los concejales con responsabilidades directas. Los ciudadanos no votarán listas ni programas (ya que estos no son de obligado cumplimiento) sino que elegirán entre aquellos candidatos más empáticos, más simpáticos, con más presencia mediática, más conocidos… Es, el principio del fin de la política representativa pero no en una evolución lógica de desarrollo de la Democracia, sino, muy al contrario, recuperando el viejo estigma de la imagen. Los criterios para elegir a un candidato van a ser establecidos por su oratoria, su poder de seducción, la difusión de los media, sus gestos aprendidos y teatralizados, en definitiva, por su perfil y las simpatías que pueda despertar (entre la población en general y entre los poderosos en particular).
Que ningún vecino se confunda con los diversos conceptos que estamos planteando aquí: empatía y simpatía no son lo mismo y deberíamos de profundizar también en otros como los ritos (políticos) y quizá explicar la “americanización de nuestra vida cotidiana y de nuestra vida pública” con la “doctrina del shock” que definió Naomi Klein. Pero creo que bastará una breve reflexión libre y ciudadana, digamos de cada uno y una de nosotros, para llegar a la misma conclusión: Alcalde guapo y simpático es radicalmente proporcional a ciudadanos idiotas y borregos. Frente a dar más y más poder a la gente están intentado construir un modelo de lo mediático, de lo tecnócrata. Frente a la suma de ilusiones y compromisos intentan interponer una televisión de plasma que nos ciegue, nos dirija y nos obnubile. Frente a “el nosotros”, colocarán un títere; pero ojo, ese guapo tendrá el poder.
Me despido con la parte final de un poema de Benedetti titulado Los Candidatos. Espero que contribuya a esa reflexión que, creo, tiene que hacer cada uno.
 
Por la avenida vienen
los candidatos.

Desde la acera
solo y deslumbrado
un candidato a candidato
avizora futuro
y se relame.

sábado, 28 de junio de 2014

-¡Que yo no soy gay! El gay es mi novio

Mucho se ha escrito ya de lo que ha significado y significa la imposición cultural judeocristiana. Se ha utilizado tanto para explicar una buena parte de nuestras relaciones comunes como para argumentar los motivos de nuestras manifestaciones o actitudes sociales o culturales. Se ha llegado a decir que esa tradición fija nuestras normas básicas y establece nuestras relaciones.
Puede que todo eso sea así. Sin lugar a dudas nuestro modo de ver el mundo (y de movernos en él) es una suma de características históricas, pero eso no basta para explicar el rechazo hacia quienes muestran una sexualidad diferente. Además de entender que vivimos en una sociedad tremendamente machista tendríamos que colocarnos en una nebulosa de fronteras difusas y añadir conceptos como el estereotipo, el rol, la tradición, la familia… ni siquiera así lograríamos meter en la coctelera todos los elementos de análisis.
Es innegable que esa sexualidad “diferente” sigue provocando rechazo, mofa, marginación, cuando no animadversión u odio, sin olvidarnos de aquellos que la consideran una perversión o una patología. Pero ¿cómo acabar con eso y por qué tenemos que hacerlo?
Hay que acabar con ese odio o rechazo porque las personas tienen –todas- los mismos derechos: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. (Artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos). Sus etiquetas formales (homosexual, lesbiana, bisexual, transexual…) y sus etiquetas usadas como armas arrojadizas unas veces y para que ellos/ellas puedan reírse de esos ataques (marica, bollera, loca…) deben de ir desapareciendo de nuestra conciencia y cultura. Como siempre, unos medios de comunicación adecuados, una educación básica adecuada, una legislación adecuada y, sobre todo, una sociedad adecuada, son las cuatro herramientas y fines básicos de este cambio.
Hoy, día del orgullo, yo también quiero sentirme orgulloso de todas esas personas que no ocultan lo que son (porque quien tiene que ocultarse es aquel que esté dispuesto a vacunarlos o a molerlos a palos, a despreciarlos o condenarlos); orgulloso de quienes se manifiestan o luchan (porque quien tiene que callar es aquel que odia porque “no lo entiende”); orgulloso porque una bandera arcoíris puede por fin simbolizar una lucha (porque aquellos que esgrimen otras, o algún crucifijo, ocultan bajo esvásticas o aguiluchos la sinrazón y la estupidez); orgulloso de esos hombres y mujeres que saben lo que son, saben lo que quieren y tienen todo el derecho a ser como les dé la gana (porque aquel que no es capaz de comprender al corazón difícilmente entenderá de nada).
He encontrado una imagen hoy por las redes sociales y la comparto aquí porque creo que resume y expresa mucho mejor que yo todo ese orgullo. En cada barra del arcoíris han puesto una frase: soy gay, soy lesbiana, soy bisexual, soy transexual, soy heterosexual… soy persona.
Por un mundo de personas. Viva el día del orgullo y la lucha de l@s orgullos@s.

miércoles, 25 de junio de 2014

Y dimitió

Lo he dicho muchas veces y voy a comenzar este artículo repitiéndolo ahora: IU es una organización compleja en la que convive una estructura piramidal (partido clásico) con una forma poco geométrica, sin límites definidos y variable en el espacio y el tiempo (movimientos). A su vez, su organización no es homónima en todas las Comunidades Autónomas/Nacionalidades, ni éstas entre sí ni en comparación con el supramodelo.

Sí se distinguen, en general, las organizaciones básicas elementales (Asambleas) sujetas a un espacio geográfico determinado (pueblo, barrio, ciudad, comarca, isla…) pero a su vez, éstas pueden convivir con elementos organizativos teóricos o profesionales, de sector o de tema (Áreas). Lo bueno y lo malo de ese modelo lo dejaremos para un análisis en profundidad sobre la organización pero a simple vista resulta evidente que está entre el partido clásico y la jaula de grillos, entre lo nuevo y lo viejo, entre un quiero y no puedo…

Sus estatutos (se supone que la forma que hemos elegido de organización, principios, deberes y derechos) no son un reglamento en sentido estricto y, además, son interpretables en tanto que norma mínima. Además, no tiene mecanismos ágiles de autocorrección y siempre queda la decisión final en manos de quienes pudieran incumplirlos (en parte la metáfora del zorro guardando el gallinero). Como se podrá observar, todo esto es –o lo parece- una crítica feroz contra el modelo, contra el modo y la forma, contra resultado y el método. Pero, lejos de eso, no es sino la demostración palpable de que esta organización permite, consiente e impulsa toda clase de críticas.

He intentado, brevemente, dibujar el modelo pero me faltarían folios para explicarlo y nunca sería un retrato suficientemente bueno. Para mí IU adolece de exceso de democracia y de libre albedrío (y entiendo que cueste comprender que esto sea un problema) porque cada hombre y mujer de IU es, en la práctica, una compleja estructura política. En mi humilde opinión ahí está su grandeza y su defecto: poder hacer, poder decir, poder crear, y, de otro lado, la obligación de lo común, el deber al programa, a una ética y práctica determinada.

Ser coherentes tiene un altísimo precio, pero hay que ser coherente porque si no vivimos como pensamos pronto pensaremos como vivimos. Ahora bien, ese esfuerzo no es algo que tengamos que pedirle en exclusividad a nuestros dirigentes o representantes sino que tiene que ser un sacrificio permanente de cada uno de nosotros. ¿Somos de izquierdas? Eso significa, en lo viejo y en lo nuevo, un mundo sin injusticias, sin desigualdades, sin explotación… Nadie con sentido común piensa delante de un espejo. Quizá alguno ensaye algún gesto o discurso porque esté pendiente (o aprendiendo) pero nadie busca su reflejo para recapacitar ni se coloca ante él para decidir sobre las actuaciones de los demás.

¿Vas a trabajar en coche pudiendo ir andando? Quizá también tú tengas que dimitir.

Me siento orgulloso de que desde IU, con esos hombres y mujeres que día a día se parten la cara por construir ese mundo mejor (soñado por cada uno y diseñado entre muchos) se puedan dar dimisiones como la de Wily Meyer. Con mucho por mejorar (mucho, mucho, mucho) no creo que haya una organización tan transparente, participativa y democrática como Izquierda Unida… al menos, ninguna que se haya enfrentado aún a sus propias contradicciones y fantasmas. Sí algún día aparece una mejor (como herramienta transformadora y no como fin en sí misma) yo no dudaré en decir adiós… pero me miraré en el espejo no sea que me pille con malos pelos.