domingo, 17 de agosto de 2014

Distopías


Desde Tomás Moro a nuestros días el concepto y la idea de “utopía” se ha ido incorporando al inconsciente colectivo de la izquierda como una sociedad distinta, mejor, más dulce… y, eso sí, que aún está por construir. Digamos que es una mezcla entre un sueño irrealizable, una meta lejana y en algunos casos difusa, y, un anhelo por el que luchar. En la isla descrita por el pensador inglés –que fue el inventor del término pero no de la idea- podemos observar una sociedad equilibrada en la que destaca la convivencia pacífica, el bienestar físico y la moral completa de sus habitantes; en el plano material, Moro explica el disfrute en común de los bienes comunes.

No sé si seguirá igual de gruñón con esto, pero cuando a Julio Anguita le “acusaban” de utópico se ponía de una mala leche digna de las mejores tragedias griegas. No hay que sorprenderse: cada vez que alguien ha soñado (o diseñado) una sociedad “mejor” se ha enfrentado al calificativo de utópico como si fuera un insulto, como si quien la expresa fuera un Quijote, un loco, un soñador… Julio tenía motivos para enfadarse porque una parte fundamental de las utopías no son sino ensoñaciones y anhelos y, lejos de eso, el proyecto del comunista cordobés (precisamente por comunista) era la respuesta estructurada, sensata, pensada y planificada que se enfrenta al actual modo de vivir, producir y consumir. Es decir, el proyecto comunista no es una utopía, es una respuesta al capitalismo.

También es verdad que no hay que hacer saña con aquellos que, desde el alma –sea lo que sea el alma-, entienden que las utopías son esperanzas nuevas, sociedades distintas que hay que buscar y construir día a día. Hay un “marxismo del corazón”, de instinto si se prefiere, que resume como nadie Eduardo Galeano cuando afirma que: La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

En cualquier caso, es raro y hasta yo diría contra natura, que la izquierda no sueñe. Yo no entiendo a aquellos que robotizan, automatizan o mecanizan el pensamiento sin tener en cuenta la otra parte del conjunto de elementos que nos configuran como humanos. Es innegable que debemos analizar con método, que éste debe ser completo y exacto, que debe contemplar la ciencia y sus mecanismos para explicar el todo; pero también es cierto que el amor existe, como existen las sonrisas, los abrazos o el cariño, las simpatías y las antipatías, los gustos, las aficiones, las fes, las creencias… esas miles de partes de ese todo racional, exacto.

Por lo tanto, soñar es un derecho e incluso una obligación si se trata de pensar en un futuro. Dicho esto ¿quién no tiene una utopía? Con los pies en el suelo, dudando de todo y pensando por sí mismo, cualquier sueño no es más que un diseño (soñar y diseñar se parecen demasiado) y deberíamos enfrentarnos a ambos con la misma fuerza e ilusión. Cada vez que percibimos una injusticia e intentamos luchar por superarla, cada vez que nos enfrentamos a un poder e intentamos sacudirnos sus consecuencias, cada vez que nos reunimos con otros para incrementar conocimientos o para planificar una acción que nos acerque a ese “mundo mejor” estamos siendo utópicos (o marxistas, por si alguno se enfada); pero también cuando sonreímos; también, cuando amamos.

¿Alguien se ha preguntado alguna vez si existe la antiutopía? Pues sí. Se llaman distopías (no lo busquéis en la RAE) y viene a significar algo así como “lugar malo”. Es decir, si las utopías son esas sociedades anheladas -se construyan material o inmaterialmente- el lugar contrario sería una sociedad en la que no nos gustaría vivir ni de coña marinera. Tal y como dije al principio, las izquierdas sueñan y algunas diseñan sociedades “mejores”; recuérdese que en la isla de Moro destacaba la convivencia pacífica, el bienestar físico y la moral completa de sus habitantes, así como, el disfrute en común de los bienes materiales y, evidentemente, eso suena a socialismo. ¿Lo contrario? Una sociedad en guerra, tanto con otros como la del día a día que “los de arriba” imponen a “los de abajo”; dolencias y males para todos aquellos desprotegidos o sin recursos económicos; corrupción, corruptelas, injusticias y abusos; y, en lo material, desprecio por lo colectivo y propiedad e intereses privados (particulares) muy por encima del bien común.

Yo no sé muy bien cómo es mi utopía. Quizá un varón y una mujer nuevo/a que se preocupe más por lo que quiere para el conjunto que por lo que tiene o de lo que carece para sí. Quizá respetuosa con el medio ambiente, con las culturas distintas, con lo femenino. Quizá una sociedad sin lucha de clases (¡qué antiguo soy!). Lo que sí tengo cada vez más claro es que hay que destruir la distopía actual: mi pueblo, mi región, mi Estado… nuestro mundo.

Os dejo con una canción de Serrat (poema en realidad) que creo expresa mucho mejor que yo todo esto:

Se echó al monte la utopía
perseguida por lebreles que se criaron
en sus rodillas
y que al no poder seguir su paso, la traicionaron;
y hoy, funcionarios
del negociado de sueños dentro de un orden
son partidarios
de capar al cochino para que engorde. 

¡Ay! Utopía,
cabalgadura
que nos vuelve gigantes en miniatura.
¡Ay! ¡Ay, Utopía,
dulce como el pan nuestro
de cada día! 

Quieren prender a la aurora
porque llena la cabeza de pajaritos;
embaucadora
que encandila a los ilusos y a los benditos;
por hechicera
que hace que el ciego vea y el mudo hable;
por subversiva
de lo que está mandado, mande quien mande. 

¡Ay! Utopía,
incorregible
que no tiene bastante con lo posible.
¡Ay! ¡Ay, Utopía
que levanta huracanes
de rebeldía! 

Quieren ponerle cadenas
Pero, ¿quién es quien le pone puertas al monte?
No pases pena,
que antes que lleguen los perros, será un buen hombre
el que la encuentre
y la cuide hasta que lleguen mejores días.
Sin utopía
la vida sería un ensayo para la muerte. 

¡Ay! Utopía,
cómo te quiero
porque les alborotas el gallinero.
¡Ay! ¡Ay, Utopía,
que alumbras los candiles
del nuevo día!

domingo, 10 de agosto de 2014

España... baja...


Había visto un dibujo de esos de Facebook (meme creo que se llaman) que nos decía que España bajaba un puesto en no sé qué de desarrollo humano. En un rato de aburrimiento recordé la viñeta y me puse a buscar por internet para leer la noticia, así es que me hice un san google metiendo entre comillas el título de éste artículo “España baja”.

Me encontré con que España ha perdido un puesto en el ranking mundial de innovación (Global Innovation Index 2014) que tiene en consideración indicadores como la función del capital humano y la calidad en esta área, el papel de empresas y gobiernos para dinamizar equipos creativos o las infraestructuras innovadoras.[i] Muy interesante pero no era lo que buscaba. El siguiente titular atrayente es que “El I+D en España baja hasta niveles similares a los de 2008.[ii] También digno de consideración pero seguía sin ser lo que buscaba.

Entre bajadas de precios varios y el descenso del número de fumadores del sector sanitario, me encuentro con que España ha descendido cuatro puestos en el ránking de mejores países para ser madre y ocupa el décimo sexto lugar de la lista, que está liderada por Noruega e Islandia y la cierra Níger, según el décimo tercer Informe anual sobre el Estado Mundial de las Madres elaborado por Save The Cildren.[iii]. No, tampoco era esto.

Esta podía estar vinculada o cercana a lo que intentaba averiguar: “Los españoles somos menos, estamos más envejecidos y, por si fuera poco, ha bajado la esperanza de vida, «aunque levemente», por primera vez en este siglo y a la vez en mujeres y hombres.[iv] y como era de La Razón de Maruenda (el periódico digo, de la otra no tiene) pues me la leí, pero tampoco era exactamente lo que buscaba del meme. Nada, descubrí que España baja a la tercera posición en producción de piensos en la UE”[v] y que “El número de nóminas en España baja de los 14 millones por primera vez en 11 años”, que se hunde el número de españoles con nómina, vaya, y que sería necesario remontarse al año 2003 para encontrar menos de 14 millones de trabajadores con nómina. Se explica –asegura el diario- por el aumento del paro y el aumento de los autónomos, pero son datos preocupantes, porque hace 11 años había 4 millones menos de personas queriendo trabajar.[vi]

¡La encontré! ¡Por fin la encontré!: España no consigue levantar cabeza en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, un ranking mundial de 187 países que, entre otros aspectos, mide la esperanza de vida, el grado de escolarización, el acceso a la sanidad o el PIB. Continúa en el puesto 27, al igual que el año anterior, solo que desde 1995, cuando alcanzó su mejor clasificación con la novena posición, la caída ha sido continua. O, lo que es lo mismo, en 19 años España ha perdido 18 plazas en el índice que mide el grado de bienestar y desarrollo de cada estado.[vii]

Haced la foto: un país en el que no se investiga ni innova; en el que cada vez cuesta más (y apetece menos) ser madre; en el que envejecemos y además vivimos peor; donde ya no somos capaces ni de mantener la producción de piensos para nuestros cochinos (pero seguimos engordando listas vergonzosas de corruptos, corruptelas, amiguismo, parásitos y “ensotanados”); y, donde tener una nómina es un privilegio (aunque incluso con ella haya familias pasando calamidades y sin poder tejer un futuro); ése país, éste país ¿Cómo va a levantar cabeza en el Índice de Desarrollo Humano?

Os cuento lo mejor, si hacéis lo mismo que yo y buscáis “España baja” los titulares más numerosos son los que explican con detalle y profusamente que hemos bajado hasta el puesto ocho del ranking FIFA y que Alemania ha pasado a la primera posición después del Campeonato de Fútbol de Brasil… como lo ha hecho en la producción de piensos (añado).




domingo, 3 de agosto de 2014

¿Caminos?


Imaginad que nos llevaran con los ojos vendados a un cruce de caminos y nos liberaran allí con una única pregunta: ¿hacia dónde quieres ir? Los que tenemos responsabilidades familiares y además amamos nuestra vida, estamos a gusto con ella o nos da miedo el reto, posiblemente buscaríamos en el horizonte alguna señal que nos devolviera a casa. Los que tengan un cierto espíritu aventurero, pocos compromisos o mucha curiosidad, quizá optasen por caminar hacia lo desconocido; posiblemente buscarían un nuevo paisaje, nuevas vistas, o destinos omitidos en otras ocasiones. Algunos no se plantearían ninguna cuestión trascendental y comenzarían a andar deseosos de volver a la “civilización” y otros, sin embrago, elegirán adrede el camino que –les parece- más le aleja de lo ya vivido.

Imaginad que en vez de personas situamos en el mismo cruce a algunos animales. La borrega huirá de su captor y en cuanto tenga hambre y se haya calmado buscará un prado, se apartará de la senda; tan sólo buscará a los hombres cuando le duelan las ubres porque no la han ordeñado… y balará de dolor, deseosa de que la expriman. El lucio morirá en el suelo, retorciéndose, dando vigorosos coletazos y quizá oliendo un río cercano pero inalcanzable; lo han soltado en el lugar equivocado y morirá sin poder avanzar, sin poder respirar, sin poder entender. El perro, sin embargo, lo tendría muy claro; si le han hecho daño al secuestrarlo intentará morder o escapar a toda velocidad, sin término medio, cuando se vea seguro pensará hacia dónde ir, entrará y saldrá de los caminos según le convenga o no y volverá con su amo; siempre vuelven con su amo. La lechuza volará primero huyendo del sol hacia la espesura de algún bosque y sólo después, cuando caiga la noche, verá si hay comida, recursos suficientes y pocas amenazas… ella no necesita de caminos, necesita de ratones.

Imaginad que hemos llevado allí a “las izquierdas”. Lo primero que intentarán será una gran asamblea para decidir hacia dónde ir pero pronto descubrirán que hay tantas posturas como direcciones, tantas opiniones como sendas. Mientras la mayoría se distraía algunos han sacado sus teléfonos móviles y han situado en el GPS dónde se encuentran, de paso han llamado a la amante para tranquilizarla y al banco para que sepan que siguen bien. Ya se sabe, todos necesitamos guías. Otros, más honestos y con algún remordimiento, han prestado esos mismos teléfonos a quienes querían comunicarse con los amigos, con la familia o con el cura de su pueblo (que de todo hay en la viña del Señor). Los menos han descartado hacer esa llamada y ya han emprendido la marcha por un camino de baldosas amarillas. Otros, fieles al juego y al secuestro (actores de un papel impuesto y forzado) también han comenzado la marcha según su criterio: tierra suelta unos, asfalto otros, empedrado los menos (tipos muy listos que saben de historia y querían aprovechar la ocasión para demostrar empíricamente que todos los caminos conducen a Roma)… los grupos siguen a las banderas o pancartas que encabezan las comitivas y algunos incluso se escuchan cantos marciales o consignas en rima consonante.

Imaginad por un segundo que cada camino tuviera uno o varios peligros; que detrás de algunos rincones –se tome la dirección que se tome- nos encontraremos cara a cara con nuestros recuerdos, nuestra ética y nuestro ser, con nuestra razón y nuestro pasado; imaginad que tengamos también algún descanso y alegría.

Dejad de imaginar y pensad. Los caminos son caminos porque tú los andas y porque unen dos destinos. Es verdad que algunas veces la senda no es sino un recorrido para admirar una vista que nos devuelve al punto de partida pero, en general, cuando hayamos observado lo suficiente podremos elegir otra opción o, si nos compensa, seguir dando vueltas. También es verdad que hay caminos que atraviesan abismos con puentes colgantes que nos suelen dar vértigo e, irracionalmente, no entendemos que si alguien ha tendido el puente es porque es posible cruzar. También es cierto que hay callejones cortados pero basta con dar la vuelta atrás y volver a comenzar. También hay algunos que son laberintos infinitos.

Os voy a contar qué habría hecho yo si me soltaran en el cruce. Lo primero sería saber hacia dónde quiero ir o si quiero quedarme allí (igual me han soltado en el paraíso y si comienzo a andar no puedo siquiera apreciarlo). Lo segundo es que me miraría en los bolsillos para ver qué llevo encima y qué me puede ser útil en ese momento. Si decido quedarme (nada ni nadie me obliga a moverme) intentaría construir un cobijo, plantaría algo y me comería el Lucio que hace un rato dejó de boquear, mantendría a mi lado a la borrega e intentaría convencer al perro de que se quedara conmigo… a la lechuza la liberaría porque ni tengo ratones ni puede aportarme utilidad aunque quizá los ratones vengan a comerse mi grano y entonces la echaré de menos. Si decido marchar hablaría con los demás y escucharía, escucharía mucho y a todos y todas, escucharía de todo, escucharía sin más. Aunque fuera por mis hijos y por esa extraña vocación colectiva y social que tenemos los humanos, seguro que me movería en alguna dirección, por lo tanto, lo primero que haría es ver qué medios tenemos para trasladarnos, y digo tenemos, porque las opiniones pueden ser muchas pero los caminos son pocos y seguro que coincidiría con otros como yo (o parecidos). Si podemos construir algo es mejor un carromato en el que quepamos cien que un Ferrari en el que puedan irse dos, y si no tenemos herramientas, materiales, ni animales de tiro, lo mejor es caminar todos juntos.

¿Y si me hubieran soltado entre “las izquierdas”? Lo mejor es preguntarse quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Poco más. Saber con quién queremos hacer el camino y dejarnos llevar por el instinto, la actitud de los demás, descartar a los adalides y salvadores de patrias, aprender y caminar… aprender a caminar. No nos enfademos con quien quiera quedarse, no nos preocupemos ni envidiemos a quienes han tomado otra dirección. Siempre nos quedará a todos el cruce para volver e intentarlo de nuevo. Eso sí, por favor, recordad que “al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”.
Entre una consigna y un canto de sirena me quedo con la proclama, entre un bello paisaje y el reencuentro con un amigo me quedo con el amigo. Entre lo que quiero ser y lo que ya he sido me quedo con lo que soy. Caminemos, imaginemos y pensemos.