Se encala. Esa capa nueva de blanco inmaculado viene a ser
una suerte de renacimiento de cada casa, de cada pueblo. Aún es pronto para los
vencejos pero las vides ya tienen hoja y no sabemos si ponernos botas o
alpargatas, manga corta o rebequita. Es tiempo de renacer, de abandonar el
ostracismo del frío y de lo gris, de enfrentarse a lo que viene, de plantearse
el futuro… aunque sea hasta la próxima mano de cal.
El día de en medio de cada mes,
el día 13 o 15, los romanos celebraban sus “idus”, eran días de agradecimiento,
de contemplación de la tierra y las cosechas, de gracias a los dioses, y,
también de encuentro, celebración, conspiraciones y propuestas. Días para la
coronación de emperadores o para fundar ciudades, firmar alianzas o debatir el “estado
de la nación” de la época. Pocos lo saben y menos lo reconocerán, pero muchas
de nuestras celebraciones cristianas y las pocas paganas que han sobrevivido, son
la adaptación a la influencia y recuerdo de esas fechas.
Hoy, el idus de abril, todo florece menos las ideas que,
desgraciadamente, no nacen en los bancales y se cultivan en un espacio mucho
más complejo. Que no te jodan la primavera, que no corten tu renacimiento, que no aparezca tu Brutus particular... si tienes a mano cal, dale una manita a tu casa y a los tristes, a tus ganas y sus muertos.
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