lunes, 1 de julio de 2013

Menos samba y mais trabalhar

Ayer, durante y tras el 3-0, recordaba con una media sonrisa una antigua parodia de Emilio Aragón: “Menos samba y mais trabalhar”. Y recordaba también las declaraciones de Neymar diciendo que entendía las movilizaciones en Brasil y que todos (todos) los jugadores de la selección las apoyaban.
Cuando era pequeño recuerdo a mi padre diciendo que Arconada no usaba las medias de la selección porque, claro, llevaban la bandera española. No sé si es verdad ni me voy a molestar en comprobarlo. El caso es que, desde aquel comentario, no he vuelto a oír nada, nada de nada, sobre un jugador de la selección y algo que tuviera que ver mínimamente con la política. Es raro que, como personas que se suponen son, no tengan sus preferencias, no tengan inquietudes, no conozcan la realidad social en la que viven y no tomen posición. O no son personas o el mito no puede permitirse más banderas que las del dólar.
Los porcentajes nos dicen que hay una proporción tal de un no sé cuántos por ciento de españoles republicanos. Un no sé cuántos de homosexuales. Un no sé qué de maltratadores, de universitarios, de ecologistas, de usuarios del tren… Hay porcentajes para todo y, sin embargo, los jugadores de fútbol españoles parece que estén al margen de las estadísticas. ¿No habrá uno, al menos uno, que sea republicano? ¿Homosexual? ¿Maltratador, universitario, ecologista…?
No voy a usar estas líneas para despertar simpatías por “causas perdidas”. No les voy a exigir que opinen del 15-M, de la corrupción, de las cuentas de la In-fanta (de naranja), o, del paro, la judicatura, la migración juvenil o las becas de Wert… pero sí quiero llamar la atención sobre su silencio. No deja de ser curioso que gente que tiene casi permanentemente un micrófono o una cámara delante no lance mensajes sobre lo que piensa, sea lo que sea, y que los miles de personas que los endiosan no escuchen sus opiniones más allá de “son once contra once… el fútbol es así… si mi abuela fuera mi abuelo… el tiquitaca…”. O no piensan –que puede ser que los balonazos en la cabeza pasen factura- o no son personas o su contrato no pasa de la marca, la cuenta corriente, el cochazo y la mansión. Aquellos que los convierten en deidades quizá tampoco piensen.
Si alguien me dice que los futbolistas tienen que hablar sólo de fútbol a ver cómo explican que los periodistas sean los que hablan de política o de economía, los que diseñen pensamiento y deformen la realidad hasta canalizarla hacia un mundo de la tontería, de la ilusión peyorativamente hablando, de la falsedad, de la cortina de humo. Los artistas, cantantes, poetas, intelectuales, escritores y un largo etcétera, además de su actividad normal que les suele dar de comer –a unos más que a otros y otras- generan y expresan opinión (su opinión) sobre miles de temas. ¿Los futbolistas no? ¿no quieren o no pueden? ¿no pueden o no tienen?

Adorar a uno de estos porque metan un gol o apenarse de que les metan un carro es lo mismo que adorar un muñeco de barro. Menos samba y más trabajar, menos fútbol y más pensar.

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