lunes, 4 de marzo de 2013

...sobre opinión


La presión de los plazos lleva a la reducción, al estereotipo, a la economía de señales, a la producción de “miniaturas simbólicas temporalmente comunicables”. Las nuevas técnicas, o al menos el uso que se hace de ellas, refuerzan y aumentan los estereotipos.

Vicente Romano en La formación de la mentalidad sumisa

 

Ayer mi hijo Rubén (ocho años) preguntó qué día era y la hermana (Alba, cuatro años) le respondió que era el día cincuenta mil. A Rubén le supo a hermanada y a Alba le supo a mucho. A mí me supo a domingo. Rubén no insistió así que tenemos que suponer que esos 137 años que suman los cincuenta mil días eran suficientes; a Alba le daba igual (no creo que estuviese pensando en el cumpleaños de la Constitución de 1876) y a mí, sin embargo, se me amontonaron las ideas.

Los que saben de estas cosas ya han intentado explicarnos en numerosas ocasiones cómo nos vamos formando una opinión. La mayoría de éstas disquisiciones parten de la premisa de que los humanos no solo somos capaces de opinar (en tanto que optamos por una opción entre varias) si no que, además, parece que fuésemos capaces de elegir la adecuada. Si no entendemos cuáles son los mecanismos (conocimiento, ciencia, práctica, experiencia, mentalidad, cultura, intelecto… error y corrección) que hacen que podamos opinar con criterio y, por lo tanto, elegir la opción adecuada, difícilmente podremos explicar porqué hemos elegido/opinado sobre una cuestión.

Pues bien, partir de esas premisas para analizar cómo vamos seleccionando y optando nos confiere un don a la inmensa mayoría de los mortales, ciudadanos comunes y anodinos, que yo, francamente, creo que no tenemos. Dicho en bruto, a lo bruto, y para brutos: somos muy brutos. Sin embargo, al igual que necesitamos más democracia y más política, necesitamos ampliar el concepto de ciudadano, de ciudadanía. Nos dice Juan Ramón Capella (Los ciudadanos siervos, p 149) que «la ciudadanía» no es en sí misma más que un indicio precario de libertad. Sólo esa sentencia nos daría para un nuevo libro en el que podríamos intentar explicar ideas que están profundamente entrelazadas con lo que queremos plantear aquí y, así, conceptos como alienación, soberanía o emancipación tendrían que vincularse al de opinión, sentencia, o sentimiento.

Ahora hablamos de decrecer y no me parece un mal concepto. Pero creo que antes de seguir analizando el instante debemos de plantearnos cuestiones viejas con una nueva visión. Tenemos que dotar a los hombres (varones y mujeres) de capacidad de decisión plena y consciente. Sólo se me ocurre un modo concadenado: dejar de usar los partidos como fines en sí mismo y convertirlos en herramientas; formar (cultura) al mayor número posible de ciudadanos, revertir el modo actual de producir y consumir –especialmente en tanto que el uso del tiempo, de los tiempos, y no sólo de mercancías y productos- y buscar un equilibrio entre lo vivido y lo que queremos vivir. Entre lo hecho hasta ahora y una sociedad por llegar que tiene que ser más justa, más solidaria, más inteligente y menos agresiva con sí y con el medio.

La tarea no es fácil, hay que cambiar los partidos, hay que cambiar las reglas de juego, hay que definir los límites y hay que saber renunciar. Mientras tanto, os deseo cincuenta mil días de reflexión.

Ya lo dijo el maestro: pensad con cabeza propia y dudad de todo.

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