La
presión de los plazos lleva a la reducción, al estereotipo, a la economía de
señales, a la producción de “miniaturas simbólicas temporalmente comunicables”.
Las nuevas técnicas, o al menos el uso que se hace de ellas, refuerzan y
aumentan los estereotipos.
Vicente
Romano en La formación de la mentalidad sumisa
Ayer
mi hijo Rubén (ocho años) preguntó qué día era y la hermana (Alba, cuatro años)
le respondió que era el día cincuenta mil. A Rubén le supo a hermanada y a Alba
le supo a mucho. A mí me supo a domingo. Rubén no insistió así que tenemos
que suponer que esos 137 años que suman los cincuenta mil días eran
suficientes; a Alba le daba igual (no creo que estuviese pensando en el cumpleaños
de la Constitución de 1876) y a mí, sin embargo, se me amontonaron las ideas.
Los
que saben de estas cosas ya han intentado explicarnos en numerosas ocasiones
cómo nos vamos formando una opinión. La mayoría de éstas disquisiciones parten
de la premisa de que los humanos no solo somos capaces de opinar (en tanto que optamos
por una opción entre varias) si no que, además, parece que fuésemos capaces de elegir
la adecuada. Si no entendemos cuáles son los mecanismos (conocimiento, ciencia,
práctica, experiencia, mentalidad, cultura, intelecto… error y corrección) que
hacen que podamos opinar con criterio y, por lo tanto, elegir la opción
adecuada, difícilmente podremos explicar porqué hemos elegido/opinado sobre una
cuestión.
Pues
bien, partir de esas premisas para analizar cómo vamos seleccionando y optando nos
confiere un don a la inmensa mayoría de los mortales, ciudadanos comunes y
anodinos, que yo, francamente, creo que no tenemos. Dicho en bruto, a lo bruto,
y para brutos: somos muy brutos. Sin embargo, al igual que necesitamos más
democracia y más política, necesitamos ampliar el concepto de ciudadano, de
ciudadanía. Nos dice Juan Ramón Capella (Los ciudadanos siervos, p 149) que …«la ciudadanía» no es en
sí misma más que un indicio precario de libertad. Sólo esa sentencia nos daría para un
nuevo libro en el que podríamos intentar explicar ideas que están profundamente
entrelazadas con lo que queremos plantear aquí y, así, conceptos como
alienación, soberanía o emancipación tendrían que vincularse al de opinión,
sentencia, o sentimiento.
Ahora
hablamos de decrecer y no me parece un mal concepto. Pero creo que antes de
seguir analizando el instante debemos de plantearnos cuestiones viejas con una
nueva visión. Tenemos que dotar a los hombres (varones y mujeres) de capacidad de
decisión plena y consciente. Sólo se me ocurre un modo concadenado: dejar de
usar los partidos como fines en sí mismo y convertirlos en herramientas; formar
(cultura) al mayor número posible de ciudadanos, revertir el modo actual de producir
y consumir –especialmente en tanto que el uso del tiempo, de los tiempos, y no
sólo de mercancías y productos- y buscar un equilibrio entre lo vivido y lo que
queremos vivir. Entre lo hecho hasta ahora y una sociedad por llegar que tiene
que ser más justa, más solidaria, más inteligente y menos agresiva con sí y con
el medio.
La
tarea no es fácil, hay que cambiar los partidos, hay que cambiar las reglas de
juego, hay que definir los límites y hay que saber renunciar. Mientras tanto,
os deseo cincuenta mil días de reflexión.
Ya
lo dijo el maestro: pensad con cabeza propia y dudad de todo.
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