“El baile está cercado por una valla hincada
en el suelo y pintada de blanco. En la cerca se acodan los jornaleros que no
pueden gastarse el dinero en bailes y convites, los mozos que, aun teniéndolo,
prefieren beber a ceñirse con una muchacha. Y las chicas que no encuentran con
quien bailar. Todos miran desde el otro lado de la valla.”
Alfonso Grosso y Armando López
Salinas, Por el río abajo.
Desde que
tengo recuerdos, en estos días, cada año busco en el cielo y el suelo señales
de cambio. Una bandada de grullas, una golondrina, un pequeño petirrojo… de
igual manera, busco en el cerezo del patio esos brotes que, vistos a cámara
rápida, recordarían la explosión de unos fuegos artificiales. Se trata,
simplemente, de primavera.
Desde que
tengo recuerdos, oigo y leo críticas, ideas, soluciones o propuestas sobre la
democracia. Unas –las más- sobre cómo debería de ser, y otras –las menos- sobre
lo que realmente es. O sea, que hay más críticas a la democracia que intentos
por explicarla y ponerla en práctica.
Si
recurrimos a estudiosos como Robert Dahl (especialmente a su obra “¿Qué es
Democracia?”) o a otros más críticos y que han añadido nuevas reflexiones al
amplio concepto que nos ocupa (el químico Banda Tarradellas, el economista Arcadi
Oliveres, o el abogado José Nun… obsérvese que no nombro a ningún reconocido
rojo, izquierdoso, marxistón) nos daremos cuenta sin necesidad de profundizar
mucho en el tema que hay una serie de términos comunes, ya muy generalizados en
los debates políticos y sociales, que califican, puntualizan o definen la
precepción en sí de democracia.
En teoría deberíamos
de explicar sin ninguna dificultad qué es la democracia porque toda nuestra
vida cotidiana, intelectual, social, política, económica, cultural, etc. se
desarrolla bajo ese sistema. Quizá ese sea el problema y la solución. Solo
podemos tener dudas a la hora de definir el concepto si no lo entendemos, si no
nos afecta, si no nos interesa o si no somos partícipes.
En mayor o
menor medida, estas cuatro acciones (entender, afectar, interesar y participar)
serán las culpables o tendrán el mérito de hacernos enjuiciar el modo de
gobernarnos, serán las responsables de que el modelo pueda avanzar o retroceder
–que no es descartable- y todos/as debemos, antes de plantearnos un modelo
mejor, exigir el cumplimiento del actual.
La
democracia asume críticas, pero sólo deben interesarnos las que ayuden a hacer una
democracia mejor. No podemos ser los mozos y las chicas que nos describen
Grosso y López Salinas en la introducción de esta reflexión (1960 en las
marismas del Guadalquivir), no podemos acodarnos y contemplar el baile, tenemos
que salir a la pista, decidir y ponernos de acuerdo sobre qué música debe de sonar,
hay que contratar a la mejor orquesta, hay que pagarle y comprobar que han
recibido el dinero, hay que elegir el día, la hora, el motivo… democracia no es
bailar, es todo lo que necesitamos para bailar.
Os
preguntaréis qué pintan aquí las grullas y los cerezos en flor.
La democracia
actual está tan condicionada que no es una democracia real. Si entendemos y
notamos la llegada de la primavera por unas simples señales debemos entender y
notar que la democracia está demediada, enferma, anulada en muchos aspectos y
en profundo peligro… por eso, como cantaba Daniel Viglietti… de la derrota
crear primaveras.
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