viernes, 15 de febrero de 2013

Primavera y Democracia


 “El baile está cercado por una valla hincada en el suelo y pintada de blanco. En la cerca se acodan los jornaleros que no pueden gastarse el dinero en bailes y convites, los mozos que, aun teniéndolo, prefieren beber a ceñirse con una muchacha. Y las chicas que no encuentran con quien bailar. Todos miran desde el otro lado de la valla.”
Alfonso Grosso y Armando López Salinas, Por el río abajo.

 
Desde que tengo recuerdos, en estos días, cada año busco en el cielo y el suelo señales de cambio. Una bandada de grullas, una golondrina, un pequeño petirrojo… de igual manera, busco en el cerezo del patio esos brotes que, vistos a cámara rápida, recordarían la explosión de unos fuegos artificiales. Se trata, simplemente, de primavera.

Desde que tengo recuerdos, oigo y leo críticas, ideas, soluciones o propuestas sobre la democracia. Unas –las más- sobre cómo debería de ser, y otras –las menos- sobre lo que realmente es. O sea, que hay más críticas a la democracia que intentos por explicarla y ponerla en práctica.

Si recurrimos a estudiosos como Robert Dahl (especialmente a su obra “¿Qué es Democracia?”) o a otros más críticos y que han añadido nuevas reflexiones al amplio concepto que nos ocupa (el químico Banda Tarradellas, el economista Arcadi Oliveres, o el abogado José Nun… obsérvese que no nombro a ningún reconocido rojo, izquierdoso, marxistón) nos daremos cuenta sin necesidad de profundizar mucho en el tema que hay una serie de términos comunes, ya muy generalizados en los debates políticos y sociales, que califican, puntualizan o definen la precepción en sí de democracia.

En teoría deberíamos de explicar sin ninguna dificultad qué es la democracia porque toda nuestra vida cotidiana, intelectual, social, política, económica, cultural, etc. se desarrolla bajo ese sistema. Quizá ese sea el problema y la solución. Solo podemos tener dudas a la hora de definir el concepto si no lo entendemos, si no nos afecta, si no nos interesa o si no somos partícipes.

En mayor o menor medida, estas cuatro acciones (entender, afectar, interesar y participar) serán las culpables o tendrán el mérito de hacernos enjuiciar el modo de gobernarnos, serán las responsables de que el modelo pueda avanzar o retroceder –que no es descartable- y todos/as debemos, antes de plantearnos un modelo mejor, exigir el cumplimiento del actual.

La democracia asume críticas, pero sólo deben interesarnos las que ayuden a hacer una democracia mejor. No podemos ser los mozos y las chicas que nos describen Grosso y López Salinas en la introducción de esta reflexión (1960 en las marismas del Guadalquivir), no podemos acodarnos y contemplar el baile, tenemos que salir a la pista, decidir y ponernos de acuerdo sobre qué música debe de sonar, hay que contratar a la mejor orquesta, hay que pagarle y comprobar que han recibido el dinero, hay que elegir el día, la hora, el motivo… democracia no es bailar, es todo lo que necesitamos para bailar.

Os preguntaréis qué pintan aquí las grullas y los cerezos en flor.

La democracia actual está tan condicionada que no es una democracia real. Si entendemos y notamos la llegada de la primavera por unas simples señales debemos entender y notar que la democracia está demediada, enferma, anulada en muchos aspectos y en profundo peligro… por eso, como cantaba Daniel Viglietti… de la derrota crear primaveras.

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