lunes, 19 de enero de 2015

IU necesita...


Este artículo está escrito pensando en las/os militantes de IU. No creo que interese al resto.

Se han puesto muy de moda los compromisos éticos (o códigos éticos) de los políticos. Son, resumiendo mucho, una serie de mandamientos y principios que nos podrían o deberían parecer a todos “de cajón”, perogrulladas varias que deberíamos de dar por supuestas. Los que he podido leer hacen mucho hincapié en el cumplimiento de la Ley, es decir, que recalcan que cumplirán y harán cumplir la Ley. Estaría bueno.

Si buscamos “Código ético” en google, entre las diez primeras referencias encontramos, por este orden, el código ético de Endesa, Gas Natural Fenosa, Iberdrola y Bankia… ahí es nada. Todos conocemos y padecemos las prácticas de estos señores y, por lo tanto, podemos inferir que un código ético vale lo que vale un trozo de papel higiénico después de haber sido objetivamente usado y, es más, podemos pensar que si estuviera impreso valdría exactamente para el mismo fin.

El compromiso o principio que nos ocupa tiene el apellido de político y eso le da una dimensión nueva. Los “códigos” que he podido leer (IU, PSOE y Podemos les llaman éticos y el PP y UPyD habla de buenas prácticas) son una nadería: no robaré, no me aprovecharé de mi cargo, no malvenderé lo que no es mío, no aceptaré regalos, haré todo lo que pueda por la transparencia, no favoreceré a una prima que tengo en Cuenca… les falta, no es broma, decir que no tomarán el nombre de dios en vano. Casi todas las cuestiones que se plantean –en honor a la verdad hay que decir que hay algunas novedades- deberíamos (y deberían ellos sin necesidad de firmar nada ni de que se lo recordaran) darlas por cumplidas. Ahora bien ¿Por qué tenemos, entonces, un alto nivel de corrupción demostrable y de corruptelas de difícil demostración por muy del dominio público que sean? Porque, en primer lugar, la Ley es muy laxa con el corrompido y con el corruptor, y, en segundo lugar, porque a los partidos les ocurre lo mismo que a las empresas citadas arriba: no son creíbles. Sus códigos son una declaración de intenciones y algo a lo que acogerse si interesa (internamente) para quitarse de encima a un competidor o para colocar en segunda fila a algún/a díscolo/a.

¿Necesitamos los partidos un código o se trata de una moda más? Evidente y certeramente la ciudadanía (que no los ciudadanos en general, que esa es otra) está hasta el mismísimo moño de las corrupciones; también lo está de las aspiraciones y ansias de poder; lo está de la falta de respuestas medibles, y, lo está de “la política” sin más. Hay que huir de las modas y no precipitarse pero también hay que ser firmes y no dar ni un solo paso atrás porque, el próximo, puede ser un traspié catastrófico.

En Izquierda Unida, especialmente en la Comunidad de Madrid aunque no en exclusividad, podemos ver varios grupos internos que pelean por el poder y la representatividad. Ya lo hemos dicho en varias ocasiones: IU es especialista en dispararse en el pie cuando baila. No necesitamos a Podemos o las campañas de los poderosos medios de comunicación para ofrecer, en general, una imagen que se mueve entre el ejército de Pancho Villa y el camarote de los Hermanos Marx. En el lado positivo, cuando nos dejan en paz y nos dejamos en paz a nosotros mismos, Izquierda Unida ofrece alternativas creíbles y, sin apasionarme al decirlo, tanta ilusión o más que la que puedan ofrecer otros. Así es que, parece ser, la condición para que avancemos en resultados internos y en implicación social (también en votos) es que nos calmemos.

Estuve un par de días pensando en la campaña de afiliación. Evidentemente para hacer cosas (y para debatir propuestas y llevarlas a cabo) necesitamos una militancia abultada, consciente, activa, formada argumentaria y técnicamente (ideológicamente si se prefiere por denostado que esté el término) y capaz de dar respuesta a los problemas concretos que es, en el fondo y en la forma, nuestra razón de ser. También estuve pensando si merecía la pena el esfuerzo; quizá suene raro, pero siempre he pensado que si hacemos un trabajo concreto y por abajo se incorporarían de modo natural esa gente a la que hubiésemos convencido por lo que hacemos (y por cómo lo decimos) y no sería necesario que se sumaran gente por motivos ajenos a los de los objetivos (esa, insisto, razón de ser de IU).

Cualquier pelea interna y cualquier caso de corrupción (o supuestas peleas internas y supuestos casos de corrupción) van a ser aireados, multiplicados y exagerados por todos los medios –nunca mejor dicho- y las propuestas o alternativas que podamos plantear van a ser silenciadas o ridiculizadas. Una acción concreta que beneficie a un colectivo, a unos trabajadores, a un sector social o a un puñado de personas (hablar ya de a toda una clase social es un sueño) nos aporta mucho más de lo que pensamos, pero entendedlo, ni se publicitará ni se sacará un rédito inmediato y directo. Una pelea será un titular que destrozará todo o mucho de lo que hayamos hecho bien.

Creo que no es momento de Manifiestos (lo promueva quien lo promueva). Creo que no es momento de autocríticas (las haga quien las haga). Creo que no es momento de dudas (las tenga quien las tenga) y, creo, que no es momento de desconfianzas, de peleas, de pactos internos, ni de alianzas. Creo que todos y todas los y las militantes (e incluso aquellos que dicen simpatizar con IU) tenemos que firmar un compromiso (una mezcla entre “los votos”, el código ético y los estatutos) con el que renovemos la situación actual de IU y con el que fijemos unas nuevas reglas de juego de obligado cumplimiento. De igual modo, urge más aún la firma de un “contrato” de todos y cada uno de los miembros de los distintos órganos (a todos los niveles) que, además del compromiso anterior, sume mecanismos que nos permitan evaluar su trabajo, su grado de compromiso y sus actuaciones. Por último, y de igual modo, un código completo para los cargos públicos y los liberados de IU.

El contenido de ese compromiso (que habrá que actualizar en la próxima Asamblea Federal) debería de obligar a todos y todas sus firmantes a: A) Respetar los acuerdos alcanzados en los órganos de dirección. B) No criticar en público ninguna de las declaraciones de otr@ compañer@. C) Que cualquier declaración pública se haga en positivo. D) No difundir en medios ajenos a la organización artículos u opiniones sobre la situación interna. E) Toda discrepancia se resolverá en las Asambleas o Consejos. F) Por encima de los intereses de los partidos integrantes o de las corrientes establecidas primará el interés de IU como movimiento político y social. G) Cualquier actuación que se considere daña este compromiso se someterá urgentemente a los órganos correspondientes (también se puede nombrar una Comisión de garantías y control permanente, con un reglamento propio, que sancione directamente a aquellos que pudieran dañar a IU, apartando o suspendiendo cautelarmente de militancia). H) Todos los acuerdos serán públicos y actualizados en el momento en que se tomen.

No se pretende –más bien al contrario- que no haya críticas, sino fijar las reglas mínimas de convivencia y de desarrollo organizativo. Establecer el respeto y el consenso como método habitual y, sobre todo, que el trabajo que realicemos -desde el Parlamento Europeo al último municipio- no se vea frustrado por las marrullerías de unos y las ganas de poder de otros. De aquí a las elecciones generales (y después hasta la Asamblea Federal) creo que tod@s deberíamos de comprometernos.

Por supuesto caben más puntos (y podrían ser más claros y concisos) pero, ahora, ¿quién lo redacta y propone? ¿Qué mecanismos tengo para hacer que algo así se discuta? Quizá esta sea la siguiente cuestión a resolver.

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