miércoles, 14 de enero de 2015

El día que no ganemos

Nosotras, las personas que llevan siglo y medio entendiendo y padeciendo el capitalismo y, consecuentemente, planteando alternativas y luchando contra los poderes legítimos e ilegítimos, en realidad no hemos avanzado nada en todo este tiempo. Nada: la sanidad es gratuita (o medianamente gratuita) porque esos poderosos son buenas personas; nuestros hijos van a escuelas públicas fruto del azar; nuestros convenios laborales están escritos por gracia divina; nuestra asistencia y servicios sociales son casuísticas presupuestarias. Todo nuestro bienestar, todos nuestros derechos, por amenazados que se encuentren, no son sino fruto de la caridad de nuestros eficaces, biempensantes y ecuánimes dirigentes y gobernantes varios.

No cabe otra explicación, porque ¿cuándo hemos ganado? ¿Cuándo hemos hecho una revolución que trastoque y revierta el sistema?

Antes de que alguien me acuse de lo que verdaderamente soy (un socialdemócrata de pacotilla) y antes de que alguien pueda pensar que estoy defendiendo las reformas constantes que, poco a poco, vayan conquistando derechos y poder, he de aclarar que cada vez que hemos hecho una huelga hemos ganado, cada vez que hemos votado hemos ganado, cada vez que nos hemos manifestado hemos ganado, cada vez que hemos denunciado hemos ganado, cada vez que hemos protestado hemos ganado, cada vez que nos han detenido, fusilado, violado, acosado o perseguido, hemos ganado. Claro. Nadie en su sano juicio se negará a reconocer que lo que tenemos lo hemos conquistado, no nos lo han regalado, y que, además, ha costado cárcel, vidas, tiempo, esfuerzos, sacrificios y persecuciones a miles y miles de personas. Sin las luchas que nos precedieron (y aún de muchos coetáneos vivos) no podríamos imaginar ni nuestro Estado actual ni nuestro estado actual.

Cada conquista tiene detrás una historia larga de luchas. Por separado, muchas de esas luchas sólo significaron pequeñas “mejoras” en nuestra calidad de vida. Otras han servido para que avancemos en una nueva cultura y tomemos conciencia de lo colectivo o lo global. Alguna nos han concedido nuevos derechos… y muchas de ellas, aparente y lamentablemente, no han servido para nada. En conjunto todas ellas sin excepción, incluyendo a las que hemos perdido, han servido para un todo complejo. De un lado, por la reivindicación en sí, sobre algo concreto, de otro, por la sensación de contrapoder, es decir, que aquellos con capacidad de decidir sintieran que no eran impunes, que no podían imponer sin más sus intereses al conjunto de la sociedad.

¿Por qué hoy en día sentimos tan amenazadas esas conquistas? ¿Por qué afirmamos que estamos retrocediendo en libertad y derechos? La respuesta no puede ser más desoladora: porque hemos dejado de ganar, es decir, hemos dejado de luchar.

Algunas fuerzas han decidido que ha llegado el momento de revertir esa situación, el momento de asaltar los cielos, y, además, ahora o nunca. ¿Nunca? ¿Y qué ocurrirá si no ganamos? ¿Si no Ganemos? ¿Si no Podemos? Yo tengo una sensación (una intuición si se prefiere) pero me la voy a reservar porque distrae mucho del objetivo final de este artículo. Lo que sí parece evidente y –a mi juicio- digno de mención, es que ocurra lo que ocurra en las próximas elecciones (en TODAS, que no os enteráis) es que hay que estar ya, ahora, en mayo y en diciembre, construyendo una nueva alternativa que se perpetúe, sólida y estructuralmente, como un mecanismo útil no vaya a ser que, tan acostumbrados como estamos a ganar siempre, batalla a batalla y elección a elección, el día que no ganemos nos llevemos un disgusto de los gordos.

¿Qué modelo? ¿Qué estrategia a largo plazo? ¿Con qué medios? Esas serán respuestas que dependerán del resultado y de la correlación de fuerzas, pero es raro que se sea tan gramsciano para unas cosas y se olviden de que “las ideas no viven sin organización”. Tan revolucionaria es una huelga como lo es una charla, la presentación de un libro o una reunión de vecinos siempre que, además de lo concreto, se despierte alguna conciencia. Ningún resultado, ni siquiera el de conseguir el Gobierno allí donde se pueda, puede distraernos de lo fundamental: el eterno debate de los fines y los medios, la justicia, la verdad…

El día que no ganemos tendremos que aprender a ganar.

2 comentarios:

  1. 1962, no conocía a penas los clásicos del movimiento obrero internacional, tengo que reconocer que a Antonio Granci ni puñetera idea, conocía a los mas públicos: pasionaria, estalin, lenin, Maho, y unos poquitos más, al leer este articulo me he mocionado porque nuestra lucha, la de nuestra generación cuando comenzamos la reorganización en los 60 había habido unas series de caídas desde los 40 hasta la caída de 1964, era una situación de desierto provisional, no había casi nada todo estaba destruido de tras de tantas reconstrucciones del Movimiento obrero y estudiantil, era un erial. Al analiza un grupo de jóvenes comunistas como podíamos reestructurar nuevamente la organización, con pocos medios, simplemente el análisis de la realidad y la experiencia de algunos viejos comunistas, se llego a laS conclusiones; QUE DESARROLLA ESTE ARTICULO, de modo que empezamos, la organización de núcleos obreros y estudiantiles con objetivos claros de ir devolviendo la confianza de la fuerza del proletario, se fue ganado pequeñas conquistas, a la medida que la organización crecía las conquistas eran más gruesas. El enemigo seguía organizando políticamente y policial mente nuestra destrucción, con nuevas caída, pero la organización de núcleos nuevamente no ponía en la senda de la organización de ir ganando espacios de libertad y nuevas conquistas socioeconómicas. Ampliando la influencia de los ciudadanos, siempre que ganábamos era atreves de la unión y organización, todo un ir hacia delante y pequeños retrocesos, PERO SIEMPRE GANANDO AVANZANDO…

    ResponderEliminar