miércoles, 2 de julio de 2014

Alcaldes guapos, ciudadanos idiotas

Decía el gran Pericles (el dibujante, no el griego) que “la mejor prueba de que en Estados Unidos cualquiera puede llegar a ser Presidente la teníamos en su presidente”. Eran los tiempos en los que un actor mediocre, pero actor, llegaba a la Casa Blanca para dirigir la “nación más poderosa del planeta”.
Cuando ya no quedan dudas del papel de los medios de comunicación ni de su capacidad para crear conciencia –destruirla en realidad-, para encausar nuestro consumo, para alinearnos culturalmente o, simplemente, para generar opinión o realimentar las modas, nos despertamos con la noticia de que el PP está pensando reformar la Ley Electoral (y algo más) para que los ciudadanos elijamos directamente a nuestro alcalde y, de paso, que no se puedan agrupar partidos para sumar concejales y que la cabeza del consistorio acabe en manos de un partido menos votado que otro.
En principio lo que parece una bondad democrática no es sino una torticera formal de consolidar al guapo de turno frente a las voluntades mayoritarias. Dicho de otro modo: la elección directa del Alcalde (al modo de unas presidenciales) otorgará al elegido o elegida la capacidad de designar a los concejales con responsabilidades directas. Los ciudadanos no votarán listas ni programas (ya que estos no son de obligado cumplimiento) sino que elegirán entre aquellos candidatos más empáticos, más simpáticos, con más presencia mediática, más conocidos… Es, el principio del fin de la política representativa pero no en una evolución lógica de desarrollo de la Democracia, sino, muy al contrario, recuperando el viejo estigma de la imagen. Los criterios para elegir a un candidato van a ser establecidos por su oratoria, su poder de seducción, la difusión de los media, sus gestos aprendidos y teatralizados, en definitiva, por su perfil y las simpatías que pueda despertar (entre la población en general y entre los poderosos en particular).
Que ningún vecino se confunda con los diversos conceptos que estamos planteando aquí: empatía y simpatía no son lo mismo y deberíamos de profundizar también en otros como los ritos (políticos) y quizá explicar la “americanización de nuestra vida cotidiana y de nuestra vida pública” con la “doctrina del shock” que definió Naomi Klein. Pero creo que bastará una breve reflexión libre y ciudadana, digamos de cada uno y una de nosotros, para llegar a la misma conclusión: Alcalde guapo y simpático es radicalmente proporcional a ciudadanos idiotas y borregos. Frente a dar más y más poder a la gente están intentado construir un modelo de lo mediático, de lo tecnócrata. Frente a la suma de ilusiones y compromisos intentan interponer una televisión de plasma que nos ciegue, nos dirija y nos obnubile. Frente a “el nosotros”, colocarán un títere; pero ojo, ese guapo tendrá el poder.
Me despido con la parte final de un poema de Benedetti titulado Los Candidatos. Espero que contribuya a esa reflexión que, creo, tiene que hacer cada uno.
 
Por la avenida vienen
los candidatos.

Desde la acera
solo y deslumbrado
un candidato a candidato
avizora futuro
y se relame.

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