miércoles, 25 de junio de 2014

Y dimitió

Lo he dicho muchas veces y voy a comenzar este artículo repitiéndolo ahora: IU es una organización compleja en la que convive una estructura piramidal (partido clásico) con una forma poco geométrica, sin límites definidos y variable en el espacio y el tiempo (movimientos). A su vez, su organización no es homónima en todas las Comunidades Autónomas/Nacionalidades, ni éstas entre sí ni en comparación con el supramodelo.

Sí se distinguen, en general, las organizaciones básicas elementales (Asambleas) sujetas a un espacio geográfico determinado (pueblo, barrio, ciudad, comarca, isla…) pero a su vez, éstas pueden convivir con elementos organizativos teóricos o profesionales, de sector o de tema (Áreas). Lo bueno y lo malo de ese modelo lo dejaremos para un análisis en profundidad sobre la organización pero a simple vista resulta evidente que está entre el partido clásico y la jaula de grillos, entre lo nuevo y lo viejo, entre un quiero y no puedo…

Sus estatutos (se supone que la forma que hemos elegido de organización, principios, deberes y derechos) no son un reglamento en sentido estricto y, además, son interpretables en tanto que norma mínima. Además, no tiene mecanismos ágiles de autocorrección y siempre queda la decisión final en manos de quienes pudieran incumplirlos (en parte la metáfora del zorro guardando el gallinero). Como se podrá observar, todo esto es –o lo parece- una crítica feroz contra el modelo, contra el modo y la forma, contra resultado y el método. Pero, lejos de eso, no es sino la demostración palpable de que esta organización permite, consiente e impulsa toda clase de críticas.

He intentado, brevemente, dibujar el modelo pero me faltarían folios para explicarlo y nunca sería un retrato suficientemente bueno. Para mí IU adolece de exceso de democracia y de libre albedrío (y entiendo que cueste comprender que esto sea un problema) porque cada hombre y mujer de IU es, en la práctica, una compleja estructura política. En mi humilde opinión ahí está su grandeza y su defecto: poder hacer, poder decir, poder crear, y, de otro lado, la obligación de lo común, el deber al programa, a una ética y práctica determinada.

Ser coherentes tiene un altísimo precio, pero hay que ser coherente porque si no vivimos como pensamos pronto pensaremos como vivimos. Ahora bien, ese esfuerzo no es algo que tengamos que pedirle en exclusividad a nuestros dirigentes o representantes sino que tiene que ser un sacrificio permanente de cada uno de nosotros. ¿Somos de izquierdas? Eso significa, en lo viejo y en lo nuevo, un mundo sin injusticias, sin desigualdades, sin explotación… Nadie con sentido común piensa delante de un espejo. Quizá alguno ensaye algún gesto o discurso porque esté pendiente (o aprendiendo) pero nadie busca su reflejo para recapacitar ni se coloca ante él para decidir sobre las actuaciones de los demás.

¿Vas a trabajar en coche pudiendo ir andando? Quizá también tú tengas que dimitir.

Me siento orgulloso de que desde IU, con esos hombres y mujeres que día a día se parten la cara por construir ese mundo mejor (soñado por cada uno y diseñado entre muchos) se puedan dar dimisiones como la de Wily Meyer. Con mucho por mejorar (mucho, mucho, mucho) no creo que haya una organización tan transparente, participativa y democrática como Izquierda Unida… al menos, ninguna que se haya enfrentado aún a sus propias contradicciones y fantasmas. Sí algún día aparece una mejor (como herramienta transformadora y no como fin en sí misma) yo no dudaré en decir adiós… pero me miraré en el espejo no sea que me pille con malos pelos.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario